domingo, 9 de septiembre de 2007

En un solo día

Hace días que tengo clara la intención de escribir sobre lo sucedido un día, el pasado día 4 de septiembre, y sé qué cosas quiero contar, pero es tal el aturrullo que tengo en la cabeza que de nuevo me ocurre lo mismo de hace varios artículos: no se me ocurre ningún título.

La vida es bonita. La vida es bella, como rezaba el título de aquella película: bella como la melodía de su banda sonora, y durante la vida se repiten historias como esa misma melodía de esa misma banda sonora. Pero bueno, a lo que iba. La vida es bonita cuando uno disfruta del amor en general: el de tu pareja, el de tu familia, el de los amigos, y el amor que uno da.

El pasado día 4 de septiembre Reyes y yo cumplíamos 5 meses de relación, quizás poco en tiempo pero mucho e intenso en vivencias, en experiencias que nos han ido uniendo cada vez más: un viaje de 3 semanas, una tesis, unos días de Semana Santa, una tarde en Fuengirola...

La cuestión es que ella, incluso con tanto trasiego que está teniendo con la tesis, vino a Fuengirola ese día para cenar juntos y disfrutar de otro momento especial: cariño, charla, intimidad, risas, ensalada y cerveza Quilmes. Celebramos además de los 5 meses el fin de otra etapa de su tesis y me regaló un ejemplar de la misma: no pude evitar la emoción por ver reflejado en el volumen tantos ratos de esfuerzo, reflexiones, trabajo duro, gusto por ese trabajo... También me sentí muy orgulloso por ella, me sentía feliz por verla tranquila y a gusto consigo misma; como digo, me sentía emocionado.

Emoción aún más intensa dada la conversación telefónica que había tenido esa misma mañana del 4 de septiembre con mis padres: me comunicaron que mi abuela definitivamente tenía un tumor en el ovario y el problema está ya tan avanzado que no merece la pena operarla, primero porque ya hay afectados varios órganos y segundo por el estado de mi abuela, que lleva tantos años tomando medicinas tan fuertes.

En un solo día, la dicha por disfrutar de un amor naciente, reluciente, creativo, enérgico, y la pena por un amor que se va, que se deshace, que va camino de convertirse en recuerdo. Pero quiero pensar que cuando alguien querido se va, sus cenizas deben servir de abono para que en uno mismo el amor crezca más fuerte.

Vaya guasa de artículo que me está saliendo, con tanto amor y tanta metáfora parezco algún religioso predicador. Sin embargo quiero expresar todo esto porque sí, porque esto es la vida y hay que vivirla con todo lo que tiene, aceptarla tal como es y disfrutar al máximo de lo que tenemos alrededor: la actitud es lo que cuenta. Ya sabemos que un día podemos ver el sol reluciente con un cielo precioso y pájaros cantando, y que al rato puede nublarse y comenzar una terrible tormenta: sin embargo, ambas cosas son tan buenas como malas, o no. Son simplemente sucesos. Lo importante es la actitud que tenemos ante los sucesos y entender que no ocurren en una burbuja que afecta sólo a uno mismo, sino que ocurren en un entorno, con unas circunstancias, y que hay más personas alrededor.

Uno mira hacia atrás y se hace preguntas, aunque éstas deben servir simplemente para comprender lo ocurrido y usar ese análisis para afrontar el presente con mayor claridad, decisión, criterio o lo que sea.

Casi 20 minutos después de haber comenzado a escribir ya se me ha ocurrido un título para este artículo y lo acabo de colocar. Ale, una cosa menos; aunque ahora que lo pienso, tampoco era tan importante poner un título...

En mis pensamientos de estos días se me vino a la cabeza esta cita que muchos conoceréis: "Si tiene solución, ¿de qué te preocupas? Si no tiene solución, ¿de qué te preocupas?". No sé si es un proverbio chino, o árabe, o lo dijo algún personaje célebre. Por un lado le doy toda la razón a esa cita, pero por otro lado (supongo que por el de mi raciocinio informático, o el sentido común) sé que a veces los problemas pueden tener soluciones no alcanzables en un tiempo aceptable y a uno le parece que no existe tal solución. Pero bueno, se llega a lo mismo: ¿para qué preocuparse? Aunque también se me ocurre: ¿Importa la solución, o el hecho de que el problema no sea tal problema? Ofú qué comecocos... Creo que es hora de acostarse.

Mañana será otro día.

1 comentario:

Unknown dijo...

Hola Luís. Como tantas otras veces, me he emocionado al leer lo que escribes. Hoy me atrevo a responderte para decirte que me maravilla la capacidad que tienes para salirte del meollo y ver las cosas con perspectiva. Es, como dices, la mejor actitud que se puede tener, lo más sano para tí y para los que te rodeamos. Al dicho que apuntas, añado otro que conozco desde chica: "todo depende
del color del cristal con el que se mire". Y creo que es la actitud la que nos hace ponernos uno u otro color de cristal. Comentando tu dicho, también soy consciente de que a veces es necesario preocuparse y ponerse cristales de color negro. No somos supermanes ni superwomans... Y está bien, está perfecto, también necesitamos permitirnos preocuparnos y poder
vivir esa sensación... somos humanos. Pero podemos hacerlo con
naturalidad, sabiendo que podemos cambiarnos el color del cristal, que luego nos lo podemos poner verde. No creo que la tranquilidad dependa únicamente de que haya o no solución ante los problemas... lo importante, sobre todo, creo que es tomar las riendas de nuestra vida ante ellos, viviéndolos con normalidad, con flexibilidad, tratando de vivirlos con tranquilidad.
Gracias por tu reflexión. Como una vez me dijo una amiga, estas experiencias son una lección de vida.
Un beso fuerte. Reyes.